miércoles

#21







Admito que tu mirada me hacía sentir extraña. Estábamos solos, era nuestro momento, lo sentía así.
Luego de una larga charla quisimos caminar, aceptando que mis pasos sigan los tuyos, y viceversa.
Mirando de vez en cuando hacía la izquierda, -si, pensarás que estoy loca, pero lo recuerdo perfectamente-
¿Qué más podríamos hacer más que charlar? ¡Claro! abrazarnos y dejar que nuestros labios se conozcan, tímidamente una y otra vez. Me dejaste sentir tu aroma, pero no necesitabas permiso para sentir el mio. [...]

domingo

Quiero mirarte fijamente, cubrirte de besos, desnudando tu cuerpo sin prisa, como si el tiempo fuera eterno y nuestro, como si pudiéramos controlar las horas que vienen y van sin paradas para aquellos que quieran bajarse del tren, que desnudes tu alma y sea capaz de acariciarla por encima de todo con mi voz, con verdades que grita mi alma y atrae a la tuya.
La ropa resbala, los besos no cesan, la pasión nos quema. Como esclavos del deseo nos desatamos libremente entregándonos hasta el alma, hasta los secretos y deseos. Nos llenamos y vaciamos mutuamente. Liberados de un peso placentero, de una pasión desenfrenada; dos cuerpos se relajan, se amansan las bestias de corazones coraza, tocadas con guantes de terciopelo que no guardan más que manos que palpan lo impalpable, que tienen su propio lenguaje. Por un momento nos convertimos en traductores de caricias, de silencios y suspiros. 
Miradas espejo, reflejo del alma, sonrisas que queman en labios y entrañas.
Músico de caricias perfectas y armónicas, manos que hacen vibrar las cuerdas a su gusto, sin perder el ritmo    haciendo y deshaciendo su propia melodía.